Rubí avisa

El técnico vallisoletano ha dicho que empleará la misma táctica utilizada en el partido de ida, es decir, «garrote y tente tieso». Poco respeto inspira una persona, en este caso Rubí, cuando su principal argumento es jugar sucio, siempre al límite o, incluso más allá de los límites reglamentarios. Inculcada esa idea a sus futbolistas, sorprende que éstos no piensen en que pueden lesionar de gravedad a futbolistas que, aunque rivales en el campo, son compañeros de profesión. A todo esto hay un componente más grave aún, que empaña más la imagen del entrenador vallisoletano: el juego sucio se vio en Zorrilla; ahora se anuncia que sucederá lo mismo mañana. No hay duda, «premeditación y alevosía». Estamos ante la cultura de «todo vale», en todas las facetas de la vida, empezando por la política y terminando ahora con el fútbol. Más que la cultura de «todo vale», esto se ha convertido en la incultura de «todo vale».  Este asunto se vuelve más bochornoso cuando un árbitro que debe ser imparcial, es decir, impartir el reglamento por igual para ambos equipos, consiente la violencia extrema sin señalar faltas alevosamente claras, amparándose en algunos casos a conceder lo que se denomina ley de la ventaja, cuando tal ventaja no se puede otorgar en un campo casi anegado. El colegiado aplicaba, repito, la ley de la ventaja, pero se olvidaba de la reiteración de faltas. Sin embargo, era tan escandalosamente ostensible el juego sucio, más propio de «matones de barrio» que de futbolistas supuestamente profesionales, que tuvo que mostrar la primera tarjeta amarilla a André Leao en el minuto 26, en el 29 a Óscar Pérez y en el 42 a Chica.  En total siete amarillas para el Real Valladolid y cuatro para la Unión Deportiva Las Palmas.

Con el anuncio de intenciones al más puro estilo bilardista, que como se sabe era Bilardo, futbolista argentino que junto a algunos compañeros salían a disputar los partidos con alfileres, con los que pinchaban a los rivales, es de esperar que los técnicos amarillos habrán inculcado a los jugadores amarillos que bajo ningún concepto deberán caer en la trampa de responder a las provocaciones de los vallisoletanos.

Aparte de estos hechos, hubo errores de bulto en la elección de los once futbolistas  amarillos que iniciaron la contienda. Jonathan Viera tenía el alta médica para jugar, pero es indudable que en un campo encharcado, más encharcado si cabe por la banda en la que tenía que jugar, fue una decisión desacertada. La ausencia inexplicable de un peleador infatigable como Asdrúbal Padrón fue igualmente un desacierto.  Pese a ser reiterativo, no se puede comprender como una vez más damos un paso atrás al anotar gol. El gol de Sergio Araujo dejó noqueado al Real Valladolid que se repuso del gol en contra cuando vio que la Unión Deportiva Las Palmas se conformaba con administrar la exigua ventaja.  La violencia vallisoletana, con tres tarjetas de color amarillo en solo dieciséis minutos (del 26 al 42) exacerbó a la afición y despertó al cuadro local que nos arrinconó el resto del partido. Faltó otra vez una reacción desde el banquillo grancanario para contrarrestar el dominio agobiante de los pucelanos. Defendíamos con once en los tres cuartos de nuestro campo. Un solo central local bastaba para recuperar balones que eran rifados a lo que saliera. El fútbol es lo más parecido a una partida de ajedrez. Si el rival mueve una ficha, es obligado por nuestra parte mover también ficha. A mi modesto entender era obligatorio situar en la divisoria a Sergio Araujo y otro jugador, Viera o Roque, por su rapidez. Seguro que la respuesta del belicoso Rubí hubiera sido jugar con tres defensas y escalonar las líneas.         Confiamos en que mañana habrá más claridad de ideas, planteando el partido con un nutrido centro de campo. Mucha suerte, no caer en las trampas del rival, no encajar gol y esperar otro nuevo compromiso el miércoles diecisiete.

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