El equipo vasco, Athletic Club de Bilbao ha llevado siempre la etiqueta de «los leones de San Mamés». Ayer tarde, el gato amarillo (no el gato triste y azul del cantante carioca Roberto Carlos) enseñó sus garras y le dio un gran zarpazo, que pudo ser mayor, porque un señor perdió dos balones, de manera infantil, pese a su veteranía, pérdida que ese mismo señor repitió en otro partido anterior. Nos han colmado de alegría los dos goles. El de Tana, porque afianzará al jugador en una progresión que ahora mismo no tiene límites, y el de Vicente Gómez, porque premia una labor encomiable. Por fin vamos a ver este año al Vicente Gómez de verdad, no al Vicente que otros entrenadores han escondido y también muchos aficionados que dudaban de su capacidad de liderazgo. La palabra clave en ambos casos, Tana y Vicente, es que el técnico les ha otorgado continuidad. Esa confianza y esa continuidad la están esperando otros valores de la cantera, que seguro no defraudarían: Tyronne del Pino, Jesús Valentín, José Artiles, Leo Ramírez, Carlos Gutiérrez, Nili Perdomo, Matías Dumpiérrez, Álvaro Arencibia, Óscar Pérez. A esta lista se podrían añadir algunos futbolistas más, como Héctor Figueroa, el yeclano Alfredo Ortuño y un valor que ni siquiera pertenece a la cadena de filiales, que es Primera División asombraría con su fútbol de altos quilates. Hablamos de Manu Valerón, sobrino de Juan Carlos Valerón. Con Manu Valerón ha habido una relación de amor y desamor que ha perjudicado tanto al futbolista como a la Unión Deportiva Las Palmas. Por el bien de ambos, hay que tender una mano a este otro genio de Arquineguín. Buscamos refuerzos fuera y resulta que siempre, o casi siempre, los refuerzos están en casa y no los vemos.