He estado ausente de la isla para disfrutar de unas vacaciones que necesitaba, así que el comentario que tenía «in mente» estaba ya bosquejado antes del vergonzoso encuentro de anoche.
Se ha disparado la euforia tras el 4 a 0 endosado al Gimnástico de Tarragona, equipo débil, colista, con bajas y que jugó una hora con un jugador menos, por expulsión de uno de sus centrales. La fortuna hizo que un disparo del debutante David Timor rebotase en un defensor catalán para despistar al guardameta, segundo gol que prácticamente sentenciaba el encuentro. Euforia desmedida y parte de la prensa hablando de punto de inflexión y tal. Hay que ser muy cautos, además de humildes, porque la liga está todavía en sus albores y no se pueden lanzar las campanas al aire.
Me pregunto: ¡a qué juega la Unión Deportiva Las Palmas? Creo que es una muy buena pregunta porque no veo que el balón discurra jugado desde atrás. La verticalidad no consiste en dar una patadón hacia arriba a ver qué sucede. Tampoco hay jugadas de estrategia, los fuera de banda son ganados siempre por el contrario, etc. etc. Para jugar así no hace falta entrenar. Hay un tópico que dice que se juega como se entrena. En este caso, parece que se está entrenando mal. Aquí es clave la figura del entrenador, que es quien tiene que exigir entrega, intensidad, compromiso, en suma, sudar la camiseta. Si se permite la parsimonia, el desinterés, la apatía, caemos en un peligroso pasotismo. Esto es intolerable en un equipo profesional. Se puede perder, es evidente que se perderán partidos, pero hay que hacerlo con lucha, con la cabeza bien alta.